jueves, 17 de marzo de 2011

LA  BATALLA  DE  MUNDA
1. Introducción
      
La guerra entre Julio César y Pompeyo finalizó en el año 45 a.C. en los campos de Montilla. Estos habían sido cónsules y gobernaban juntos la República Romana.

       Pompeyo, hombre de elevada edad, cuando gobernaba Roma, acumulaba triunfos en su prestigiosa carrera y recibía poderes excepcionales del Senado. En cambio, Julio César arrasaba las galias capturando un gran botín que enviado a Roma era repartido entre la plebe, funcionariado e incluso amortizaba deudas de senadores ganándose el apoyo de estos y la reticencia de los patricios conservadores: Catón, Escipión, Cicerón, etc. Pompeyo, alertado por estos, ordena licenciar a las legiones de César y este se niega. Así que se  marcha con estas legiones a Roma comenzando la guerra.

    Con el inicio de la guerra Pompeyo tiene que huir de Italia, ya que el grueso de su ejército se encuentra en Oriente. César lo alcanza en Farsalia (Grecia), donde lo derrota en el 49 a.C.
   
    Pompeyo busca protección en la corte del faraón Tolomeo  que le debe favores y dinero. Debido a esto y otros motivos, el cónsul es ejecutado en  la playa cuando desembarca en Alejandría.

    Cneo y Sexto, hijos de Pompeyo, con varios senadores continúan la guerra perdiendo otra batalla en Tapso (África).

Los hijos de Pompeyo se trasladan a Colonia Patricia (Córdoba) y comienzan a reclutar un ejército. En Hispania, muchos caudillos íberos simpatizaban con la causa de Pompeyo cuando recibieron el perdón del cónsul 25 años atrás en la rebelión contra Sartorio.

     Un ejército cesariano avanza desde Italia hacia Córdoba y dos generales pompeyanos, que vigilaban los pasos de los Pirineos, salen a su alcance. En Illerda (Lérida) se produce la batalla ganando César y prendiendo la rebelión contra los hijos de Pompeyo en la Península Ibérica.

     2. Ejércitos enfrentados

      El ejército de los hijos de Pompeyo estaba compuesto por trece legiones y unos setenta mil hombres; cuatro legiones eran de calidad y el resto eran tropas mercenarias, esclavos reclutados a la fuerza y un gran número de honderos hispánicos. La escasa caballería sellaba el destino de este ejército, comandado por jefes expertos como  Labieno y Varo que tenían por delante un arduo lance con el invicto ejército cesariano.

     El ejército de César era veterano de muchos años de campaña, tanto en la Galia como en las guerras civiles. Contaba con ocho legiones, destacando la Numero X, que era la flor y la nata del ejército romano, debido a la victoria épica que cosecho en Alesia (Francia) y era respetada por ambos bandos. César había reclutado ocho mil jinetes numidas africanos y el total de sus efectivos alcanzaba los cincuenta mil hombres.



  3. La Campaña

     César desembarca en Sagunto y tras días de marchas forzadas llega a Obulco (Porcuna) acompañado de su ejército. Los exploradores le informan de la situación; Ulia (Montemayor) es fiel a César y por eso esta siendo asediada mientras que el grueso del  ejército enemigo esta guarnicionado en Córdoba. Julio César envía un destacamento al mando de Lucio Junio Pacheco para socorrer Ulia y el se dirige a Córdoba con el resto del ejercito. El hermano menor de los pompeyos, Sexto, abandona Córdoba precipitadamente para luchar contra Cesar, este le derrota y le obliga a refugiarse en la ciudad.

      Cneo levanta el asedio a Ulia y se repliega a Córdoba con su hermano.  Cesar buscaba una batalla decisiva, ya que sus provisiones mermaban y el asedio a Córdoba podría durar meses. Dirige su ataque sobre Ategua “Santa Cruz”, el ardid del maestro tiene éxito y el ejército pompeyano abandona Córdoba y acampa en Ucubi (Espejo), solo el rio Guadajoz, separa ambos ejércitos. Comienzan las escaramuzas, la abundancia de proyectiles de honda hallados en los márgenes del Guadajoz dan fe de ello.

      Finalmente, en Ategua,  cunde el pánico y se rinde el 19 de febrero del 45 a.C. con los graneros repletos. Los hijos de Pompeyo se retiran después de sufrir una derrota en Soricaria (Castro del Rio), para acampar de nuevo cerca de Aguilar.
    
      César, en una maniobra magistral, destruye Ventipo (Casariche), amenazando Urso (Osuna) y obligando nuevamente a replegarse al ejército pompeyano hasta Munda (Montilla). Este que prevé el movimiento, persigue al adversario; así que cuando amanece en el campamento pompeyano, el día 17 de marzo del 45 a.C., los vigías descubren horrorizados al ejército de César en el horizonte formado para el combate.

       El prestigio de los generales pompeyanos esta por los suelos y la moral de la tropa baja, así que no les queda otra alternativa que aceptar el desafió y comenzar la batalla.

       César avanza con su ejército de cincuenta mil hombres colocando a la legión X en el ala derecha y la caballería en la izquierda. Cuando vadean un arroyo que separa ambos ejércitos, el contingente pompeyano ataca lanzando primero una lluvia de proyectiles para pasar a los “pillum”  mortíferas jabalinas con unas puntas de lanza de casi un metro que se doblaban al impactar para no poder ser reutilizadas.
      
       Cuando los legionarios habían arrojado sus venablos, desenvainaban sus “gladius” (espada corta) y en formación cerrada atacaban al enemigo. La línea de combate alcanza casi un kilómetro y el estruendo atronador resonaba en el valle. El lance fue tan arduo que el propio Julio César tuvo que desmontar y luchar en primera línea para enardecer a sus tropas que ya flaqueaban perdiendo el casco en la refriega.
      
       Labieno, temiendo la “apisonadora” que era la Legión X, refuerza esa ala con una legión del otro extremo de su ejército. César aprovecha la situación lanzando toda la caballería contra el lado mas débil, los jinetes pompeyanos acuden al combate, pero rebasados en número. Piden ayuda a Labieno que retira cinco cohortes (unos tres mil hombres del centro de la lucha). Este movimiento siembra el pánico entre los pompeyanos que creen que su general se esta retirando, empiezan a desbaratarse las formaciones y a huir del combate, convirtiéndose la batalla en una vergonzosa derrota. En esta batalla perecen unos treinta mil pompeyanos y son tomados unos catorce mil prisioneros.
     
        La victoria de César fue total, terminando así la Guerra Civil. El vencedor permaneció varios meses en Hispania, pacificando la provincia y recompensando a los fieles.
     
        A su regreso a Roma, Cesar celebró su triunfo sobre Pompeyo, aclamado ya como Dios viviente, descendiente de Venus. Este es asesinado pocos meses después, marzo del 44 a.C. bajo la estatua de Pompeyo en el Senado.
       
        En su testamento deja como único heredero a Octavio Augusto, que después de otra Guerra Civil, es aclamado Imperator por el Senado, naciendo así el Imperio Romano.

    4. Bujalanceños en Munda

        Los detalles de la última victoria de Julio César los he obtenido del “Bellum Hispaniense” escrito por un oficial del ejército cesariano  que recoge entre sus memorias el recuerdo de unos buenos camaradas íberos (guerreros provenientes de Bursabola). Quizás la arqueología o un hallazgo fortuito nos desvelen el origen de Bujalance.
 
                                                   [1]


[1] MIGUEL VILCHES GIMÉNEZ